Este año, la tendencia en el consumo de alimentos se inclina por los productos saludables, lo cual representa un cambio en la manera en que se empaquetan, promocionan y venden.
El hecho de que los consumidores están adoptando un estilo de vida más saludable genera un impacto directo en qué tipo de alimentos prefieren, así como el tamaño de sus porciones y la elaboración de los mismos.
Las estadísticas de obesidad en Latinoamérica son alarmantes, con 58 por ciento de personas con sobrepeso. La buena noticia es que 56 por ciento está tratando de perder kilos y eso les lleva a ser más conscientes de lo que consumen.
Según el reporte de Nielsen titulado “La revolución de los alimentos”, 75 por ciento de los latinoamericanos leen con atención las etiquetas de los empaques para conocer su contenido nutricional, 62 por ciento pagaría más por alimentos saludables y 78 por ciento opta por las alternativas naturales, orgánicas y locales.
A esta concientización de los consumidores se están uniendo los gobiernos, los cuales, mediante gravámenes a bebidas azucaradas, por ejemplo, y programas oficiales de combate a la obesidad y el sobrepeso, buscan reducir los riesgos para la salud de sus ciudadanos y, de paso, controlar los crecientes presupuestos necesarios para el combate de enfermedades prevenibles como la diabetes y la hipertensión.
Las empresas alimentarias están respondiendo al reto reformulando sus productos, sustituyendo los ingredientes como grasa, azúcar y sodio por otros más aceptables y reduciendo el tamaño de sus porciones.
El etiquetado completo y claro de los componentes, además, se ha convertido en una herramienta de venta poderosa cuando logra convencer a los consumidores de la inocuidad del producto.
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